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Javier Galán Roldán
Universidad Complutense de Madrid
UNA CRISIS ANUNCIADA
R E F L E X I O N E S S O B R E L A I N C A P A C I D A D E U R O P E A D E A N T I C I P A R L A I N V A S I Ó N R U S A
Rusia es, a día de hoy, la mayor amenaza para la seguridad en Europa. Desde hace dos años, una afirmación así no levanta ningún tipo de sorpresa. Varios meses antes de aquella madrugada del 24 de febrero de 2022, Estados Unidos interpretó los indicios y comunicó las intenciones rusas al mundo. Algunos, como el Reino Unido y los estados bálticos, lo vieron. En cambio, otros como Francia y Alemania, discreparon. En este ensayo trataré de repasar cómo Estados Unidos avisó de las intenciones rusas, cómo algunos estados europeos no pudieron ver lo mismo que sus aliados, y qué podemos hacer para evitar cometer el mismo error.
VIENDO VENIR AL OSO
Ya en abril de 2021, diez meses antes de la invasión, Estados Unidos detectó, a través de imágenes satelitales, el despliegue ruso en la frontera de Ucrania. Sobre octubre de ese mismo año, en Washington tenían claro que en esta ocasión no se trataba de un ejercicio de diplomacia coercitiva, y trataron de advertir a los aliados europeos y a la propia Ucrania en la cumbre del G20 de Roma. La señal que confirmó las intenciones rusas fue el conocimiento por parte de Estados Unidos de que las tropas rusas estaban almacenando grandes cantidades de sangre y preparando hospitales militares, prevenciones que no se realizan para unos ejercicios militares, que era la justificación del Kremlin al despliegue militar en la frontera con Ucrania.
Es en este momento, días antes de la invasión, cuando varios estados del este, Estados Unidos y Reino Unido comenzaron a enviar ayuda militar a Ucrania. Sin embargo, en Europa occidental, especialmente en Francia y Alemania, no parecía que la idea de que Rusia fuese a invadir a Ucrania hubiese terminado de convencer a sus dirigentes.
LOS TAMBORES NO SE OYEN EN EUROPA
Hasta el día antes de la invasión, en Europa occidental tenían la esperanza de que los movimientos rusos se tratasen de una estrategia de diplomacia coercitiva, y que, por tanto, la crisis podía resolverse a través de la diplomacia. No es que fuese un enfoque erróneo, siempre debe intentarse la vía diplomática. Pero el error cometido por Europa occidental fue optar por esa vía sin prepararse para lo que podía venir después, simplemente porque no se veía como un escenario posible. Los estados que interpretaron correctamente los indicios, especialmente Estados Unidos, también trataron de prevenir el conflicto por la vía diplomática hasta el último minuto. Pero a diferencia de los previamente mencionados, también se prepararon para lo que podía venir después. De hecho, y en palabras del Secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken, algunos estados europeos no creían, pese a los indicios, que los avisos estadounidenses fuesen ciertos, ni siquiera en las horas antes de la invasión:
« What I remember is in the early hours of the 23rd Washington time, I got a call from one of my most senior European counterparts, who shall remain nameless. I shared we thought the invasion was now imminent. This colleague said, “You’re still saying that?” I got a call back right after the invasion — very early the next morning —with this colleague ruefully saying, “Well, you were right.” »
EVITAR TROPEZAR DE NUEVO
¿Por qué algunos estados sí vieron venir la acción rusa, y otros no? ¿Cómo puede ser que ante indicios tan claros y evidentes, como el almacenamiento de sangre o la instalación de hospitales de campaña, las dos principales potencias de la Unión siguieran convencidas de que los avisos de Estados Unidos eran desproporcionados? ¿Por qué Estados Unidos vio lo que Europa no? Al fin y al cabo, no es una cuestión de capacidades de inteligencia (que en otros casos sí), dado que en este escenario toda la información fue compartida por Estados Unidos. En este sentido, la incapacidad de los principales estados europeos para reconocer los indicios y prevenir el golpe responde, en mi opinión, a una escasa cultura de la defensa en Europa (no sólo entre el público, sino también entre los gobiernos) y una nula capacidad de pensamiento estratégico. Aumentar el presupuesto militar, como se ha comenzado a hacer, no servirá de nada si ante los próximos indicios de conflicto no somos capaces de alcanzar las conclusiones correctas y coincidir con nuestros aliados. Y para ello, es necesario que nuestros dirigentes tengan una mínima capacidad de pensamiento estratégico. Puesto que en un sistema democrático, es la sociedad la que forma al líder, y no al contrario, si lo que queremos es un cambio de mentalidad en Europa, debemos empezar por extender la cultura de la defensa entre los ciudadanos. Una ciudadanía conocedora de la situación y los cambios estratégicos que se viven en Europa y el resto del mundo no sólo enriquecerá el debate público sobre la cuestión (debate que por otro lado, es escaso), sino que forzará a los dirigentes a actuar en esa dirección. En ese sentido, es necesario que tanto las formaciones políticas europeas como distintas asociaciones de la sociedad civil traten de impulsar, como muchas ya hacen, eventos o conferencias tratando de dirigir la cuestión hacia la agenda pública. De esa forma, podremos avanzar hacia una Europa, y por tanto, un Atlántico Norte, más capaz, autónomo y seguro.