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Ferran Reniu Morales

Universidad de Barcelona

My name is Ferran Reniu Morales, and I am currently pursuing a degree in Political Science and Administration at the University of Barcelona. I hail from a small town in the heart of Catalonia, located in the Osona region. My interest in politics stems from its profound impact on the daily lives of citizens and the intricate dynamics within our democratic institutions. Furthermore, I am also keen on international relations and the interconnected nature of global politics, encompassing aspects such as trade, security, economics, and the myriad influences that shape these areas. In the future, I aspire to engage in in-depth study of this discipline while remaining connected to the continuous advancements of our rapidly evolving society.

US – EU alignment & divergence on China Policy

Este ensayo reflexiona sobre las relaciones transatlánticas entre potencias internacionales. Se analiza y concretan las dinámicas por parte de Estados Unidos (EE. UU.) y la Unión Europea (UE) con respecto a China, como creciente potencia global económica, política y diplomática, e incluso social. Se pretende objetivar las diferencias y similitudes entre perspectivas de actuación de dichos países, siguiendo la conferencia a cargo del Director del Instituto Kissinger sobre China y EE. UU., Robert Daly. Frente a una creciente internacionalización de la potencia asiática, así como de un sistema visto como opuesto a Occidente, crecen temores, incertidumbres y formulaciones hipotéticas ¿cómo se debería responder al creciente poder de China por parte de las potencias homogeneizadoras occidentales hasta el momento?
Para introducir el tema, debe recalcarse el contexto histórico de las perspectivas occidentales. Así, el reconocimiento idealizado de la cultura, el arte, la política y las leyes chinas por parte de Europa, fueron transmitidas por misioneros italianos (Marco Polo y Mateo Ricci) y por Voltaire. Se entendía a China como un imperio donde legalmente aseguraban la seguridad y la integridad de sus habitantes, acompañado de un sistema meritocrático. Al establecer este contraste con los países europeos de la época, se identifica el sistema como inescrutable por su poca capacidad de imitación. 
En contraposición, la Guerra del Opio en el 1840 ocasionó el inicio del siglo de la humillación para China, desconfigurando así cualquier idealización occidental. Se instauraron concesiones (territorios delimitados en el interior del imperio aplicando la ley occidental y rechazando la soberanía china), se saqueó y colonizó a la población, así como a su sistema nacional. Así, EE. UU. aplicó la política de la puerta abierta configurando una dinámica política de doble cara: el “agente salvador” internacional de la integridad china que se aprovechaba de diferentes tipos de capital autóctonos.
En tales circunstancias, China crece con ayudas estadounidenses (becas y capacidades modernizadoras delegadas), y EE. UU. desarrolla una dinámica de relaciones con fascinación y frustración a partes iguales. Fascinación en el sentido de una potencial alianza internacional para asegurar su preeminencia prolongada, y frustración por la dependencia fallida que originó un desempate ideológico abordando la supremacía en el continente asiático a favor de China. 
Consecuentemente, EE. UU. establece un diálogo con UE para la no-legitimación de los valores, normas y costumbres chinas, para frenar su proceso globalizador de su capacidad de influencia y evitar que se constituya como “ganador” internacional”.
UE por otro lado, comparte un cierto alineamiento en el abordaje de la cuestión. Es así por diversos motivos, de los cuales destacan la falta de sentido de preservación de preeminencia o supremacía internacional, su débil red de alianzas y el enfoque con las relaciones comerciales UE-China. Por otro lado, la declaración de UE que se dirigía a China como un rival sistémico, acerca posiciones en las relaciones UE-EE. UU. de tal manera que comparten preocupaciones acerca de la protección de derechos humanos, así como una inquietud geopolítica del nuevo orden internacional. Asimismo, una problemática compartida sería el acceso a los datos por parte de China y su secretismo estatal en sus operaciones de influencia, en casos como el COVID-19 o en la incidencia racializada en los países occidentales.
EE. UU., con su sentido de supremacía global y constructor del orden internacional, teme el enfrentamiento diplomático con China por su capacidad de establecerse como moldeador global, cuyo efecto recaería de forma inmediata con las alianzas entrelazadas por parte de EE. UU. con el continente asiático, como con Taiwán y Corea del Sud donde defiende su sentido de la paz como interlocutor o mediador para evitar guerras nucleares, a la vez que ofrecer un desarrollo tecnológico y económico (como antedicho en la situación con China). En el ámbito del comercio, pues, se diferencian las acciones europeas por su optimismo en términos de crecimiento económico, mientras que el país estadounidense defiende su posición de cautela por razones de desconfianza.
En conclusión, los alineamientos transatlánticos para el abordaje del crecimiento chino en el panorama internacional responden a dinámicas similares en tanto que distantes, por eso, se define como un alineamiento parcial. En esta situación, es crucial una autonomía estratégica en la que, por ausencia de EE. UU., la UE pueda defenderse diplomática y económicamente respecto a China, y viceversa. No por violencia, o por coerción, sino por defensa propia del sistema internacional legítimo en peligro. Por otro lado, a China le fortalecen nuevas alianzas próximas a la Europa oriental como Rusia, que le permite acceder en el marco europeo de manera oponente a la doctrina central.
Así, el contexto internacional deberá moldearse integrando la postura de China, y no excluyéndola, no solo por la dificultad que supone derivarla a un estado menor, sino también por el temor que puede ocasionar una revuelta directa en el orden global.