contest winners (2022)
Carlos Villegas
Universidad Pablo de Olavide (Sevilla)
Grado de Relaciones Internacionales
Contrarrestando la desinformación rusa
Victory without fight: Russian disinformation and Internet
En este texto hago un repaso de la desinformación rusa, en qué consiste, la amenaza que supone, y propongo medidas que podrían atajarla.
La publicación de Internet en la década de los noventa trajo una verdadera revolución digital, facilitando la comunicación y el acceso a todo el conocimiento de la humanidad, así como impulsando nuevas formas de socialización política, como vimos en el caso de las primaveras árabes, revoluciones democráticas que no se abrían producido de tal forma de no ser por las facilidades comunicativas que trajo la red. Sin embargo también es cierto que aumentó vulnerabilidades ya presentes en la distribución de la información, que pueden ser sabiamente utilizadas por actores como Rusia para desestabilizar a países de occidente.
Ya desde tiempos de la Guerra Fría, Rusia siempre ha dado gran importancia a la guerra de información, donde utilizaban la manipulación y la propaganda además de la desinformación, en sus llamadas “medidas activas”. El objetivo era simplemente desestabilizar y afectar a la mente del enemigo con la completa invención de datos que serían propagados con los limitados medios de la época, así surgieron campañas aprovechando las tensiones internas estadounidenses, o más rocambolescas como la “Operation Infektion” (1983), en la que los servicios rusos comenzaron a propagar la falsa historia de que Estados Unidos había creado el virus del SIDA en un laboratorio.
En la actualidad con la inmediatez de las redes sociales el efecto de las medidas activas rusas, se ve muy potenciado, porque aprovechan la propia psicología del ser humano, que se ve atraído por informaciones llamativas, o que concuerden con sus ideas preconcebidas, aquí entra en juego el sesgo de confirmación. Personas que son más propensas a compartir informaciones que confirman su ideología, creando una especie de efecto burbuja, en el que progresivamente se pueden ir radicalizando más y desarrollar una postura más antagonista con la ideología opuesta.Así es como Rusia puede afectar a las democracias occidentales, alimentando a la polarización política, o las divisiones sociales en materia cultural, como por ejemplo las tensiones raciales en Estados Unidos, el movimiento “Black Lives Matter”, los grupos “antifa”, otros opuestos como el “Alt-Right”, la violencia de las armas y el debate sobre su prohibición, conspiraciones como “Q-Anon”, que crean un clima de tensión que puede afectar al correcto funcionamiento de la propia democracia en sí, con eventos como el asalto al capitolio.
En Europa también se producen campañas de desinformación muy desestabilizadoras como es el caso del proceso independentista de Cataluña, en el que tomaron parte las informaciones difundidas por “bots” rusos en redes sociales, las noticias en muchas ocasiones falsas de medios como RT, propiedad de Rusia, o los probados contactos con líderes independentistas. Todo este conjunto de amenazas híbridas, que realmente no entienden de fronteras, teniendo en cuenta el mundo globalizado en el que vivimos, puede afectar seriamente la salud de buena parte de las democracias del mundo, y terminar en un escenario de “victoria sin luchar” como apuntaba Sun Tzu en “El Arte de la Guerra”.
¿Qué podemos hacer para evitarlo?. Al tratarse de una amenaza global, es preciso establecer programas de colaboración internacionales, entre Europa y Estados Unidos, la OTAN por ejemplo estableció el Centro de excelencia en Ciberdefensa Cooperativa (CCDCOE, 2008), la Unión Europea elaboró el Plan de Acción Contra la Desinformación (2018), y Estados Unidos atajó la desinformación desde el USCYBERCOM.
También debemos aumentar el monitoreo de los intentos disruptivos rusos, expandir las respuestas operativas a los mismos, atacando las “granjas de trolls” rusas y borrando perfiles falsos, todo ello con la ayuda y colaboración de las empresas de redes sociales como Facebook, que mediante legislación deberán estar obligadas a combatir las informaciones falsas y polarizadoras, como con el mecanismo de Twitter que recomienda no compartir un enlace a un artículo sin antes haberlo leído debidamente. También tendremos que emplear nuevas medidas innovadoras aprovechando la tecnología, emplear inteligencia artificial, o nuevos algoritmos que no primen tanto la
inmediatez, sobreinformación y saturación del usuario, menos cultura del “like” y más información veraz. Todo pasa también, como no, por la reeducación de las personas, especialmente adultas, menos familiarizadas con los bulos y los “deepfake”, para que aprendan a dudar de ciertas informaciones, o a comprobar datos de manera independiente antes de compartirlos.
De todas estas medidas depende el futuro de nuestras sociedades y democracias, deberemos tomar en serio la amenaza y actuar seriamente contra ella, dejar de jugar al juego de la polarización y el populismo. Sabemos que no hay ninguna fórmula milagrosa, ninguna panacea contra la desinformación, pero si actuamos individualmente, reeducándonos, si exigimos acciones a nuestros Gobiernos y a las redes sociales que tanto se lucran de nuestra constante atención, estaremos cerca de cerrar el grifo de la intromisión antidemocrática desestabilizadora del régimen de Putin.