Ganadores del concurso (2024)
Sofía de Teresa García
Universidad de Alicante
Sofía tiene 21 años y es de Zaragoza. Su interés por disciplinas como la Historia, la Filosofía y los idiomas la llevaron a matricularse en el grado de Relaciones Internacionales en la Universidad de Alicante. Durante sus años universitarios, participó en el Modelo de Naciones Unidas, lo que despertó su interés por la diplomacia y las políticas de la Unión Europea. Entre sus aficiones destacan la fotografía, la escritura y el senderismo. Sofía está deseando conocer de primera mano el funcionamiento de una organización tan influyente en la escena internacional como la OTAN. Confía en que esta experiencia le ayudará a ampliar sus conocimientos y a relacionarse con personas que comparten sus intereses.
Soft Power para mejorar las relaciones entre la OTAN, China y Rusia
En el complejo entramado de las relaciones internacionales, las interacciones entre China, Rusia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte han sido objeto de escrutinio y debate durante décadas. Este artículo pretende aportar un poco de luz a la situación geopolítica tan compleja a la que el mundo se enfrenta. En él, apostando por el Soft Power como herramienta para suavizar y mejorar los lazos entre las grandes potencias. La diplomacia, la ciencia y el lenguaje pueden contribuir a ello sin suponer un alto coste para la OTAN y otros estados colaboradores como Nueva Zelanda, Australia o Japón. En un entorno cada vez más complejo. Donde observamos que los países de la Alianza Atlántica han aumentado su dotación a gasto militar durante los últimos años, se hace imprescindible no desprestigiar la cooperación y el consenso para allanar tensiones.
Primeramente, se hace esencial analizar el discurso de la opinión pública en la configuración de las relaciones internacionales. ¿Qué clase de relación queremos construir si no paramos de vislumbrar a Rusia y China como “enemigos”? Se hace urgente analizar no solo críticamente esta visión sino también su origen y propósito. ¿Qué ganamos como europeos al considerar a la Federación Rusa como adversario, siendo este un país limítrofe que posee una cultura y objetivos comunes con muchos estados miembros de la Alianza Atlántica? Debemos analizar no solo las palabras que utilizamos para referirnos a estos Estados sino también la finalidad que persiguen. ¿Qué tipo de agentes están interesados en que exista esta imagen de enemistad entre estos estados? Como bien señaló Bertrand Russell: “El lenguaje que usamos es una parte crucial de la forma en que percibimos el mundo”. El uso de un lenguaje negativo hacia el resto de países contribuye a un clima de desconfianza mutua que ha de ser revisado.
Otra medida contraproducente que hemos visto aplicada en un contexto más reciente ha sido la reducción y desaparición de colaboraciones en el ámbito científico. La invasión rusa provocó que las instituciones más prestigiosas a nivel internacional, como el CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear) y el MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets), dieran la espalda a la ciencia rusa, como igualmente hizo el Ministerio de Ciencia e Innovación y el de Universidades en nuestro país. Respecto al gigante asiático, observamos como en el año 2018 el Acuerdo de Cooperación en Ciencia y Tecnología entre Estados Unidos y China, iniciado en 1979, llegó a su fin. Esto es un indicador de que la ciencia en vez de usarse como una baza de cooperación y desarrollo se está empleando para la división y el retroceso del conocimiento. Para combatir este clima de hostilidad la OTAN debe plantearse la financiación conjunta de proyectos de investigación, para abordar temas de interés común, así como programas de intercambio y movilidad académica, en un corto y medio plazo.
Por otra parte, no debemos olvidar que el eje del poder no se juega solamente en el continente europeo. Se está creando un escenario candente en la zona Asia-Pacífico que requiere de la cooperación de la OTAN con los estados de Japón, Corea del Sur, Nueva Zelanda y Australia para mejorar las relaciones con la República Popular de China. Los países mencionados anteriormente poseen unas formas de gobierno y objetivos en muchas ocasiones muy similares a los de la OTAN y paralelamente una cultura y visión en otros aspectos más similar al estado chino, por lo que no dejan de ser esencial incluirlos en este diálogo. Se hace esencial la introducción de la organización en esta región por varios motivos. El más importante constituye la guerra de los microchips. Los materiales semiconductores deben convertirse en el nexo de las relaciones entre la Organización del Tratado Atlántico Norte y China. Esta entidad ha de elaborar un plan de producción conjunta acerca de esta tecnología. A la vez que implicar a socios de esta área en el desarrollo y distribución de estos materiales, como Corea del Sur o Taiwán.
En conclusión, la OTAN debe reconocer la necesidad de establecer un enfoque multilateral y cooperativo para abordar y mejorar las relaciones con Rusia y China. Promoviendo el poder blando para ello. La colaboración científica, la remodelación de la opinión pública y la búsqueda de colaboradores en el eje pacífico asiático son herramientas esenciales para construir un mundo más estable y seguro. Esta organización debe primar el consenso y el entendimiento para desarrollar planes que afectan a campos tan importantes como los materiales semiconductores. La OTAN debe apostar por el capital científico y académico para estrechar lazos con ambas potencias. Solo de esta manera conseguiremos un entorno más pacífico y próspero para las generaciones futuras.
Bibliografía
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